¿28 de diciembre o ´18 de elecciones?

La creencia religiosa de la matanza de todos los niños (en Belén) menores de dos años para asegurarse de que el anunciado mecías fuera asesinado da pie al festejo de la iglesia Católica llamado la fiesta de los Santos Inocentes, en memoria de esas crueles y terribles muertes infantiles y, en lo personal, no entiendo cómo algo así da pie a que celebremos bromas de cualquier gusto a nuestros amigos, pero así es y, bueno, hoy coincide nuestra colaboración con la fecha 28 de diciembre que me trae al presente el 2018 con sus elecciones políticas sin que las mismas sean una broma pesada y sí más bien una realidad a enfrentar ya que de ellas depende un resultado que llevará a cargos de representación a miles de personas que podrán tomar decisiones que afectarán nuestra individualidad y el entorno.

Hoy vivimos una democracia a la que hay que temer debido a que los votantes van a ejercer su voto por una reacción anímica producto de la acumulación de información resultando un momento definitorio cargado de emociones de cualquier tipo incluyendo las frustraciones propias de su irresponsabilidad para cargarlas “al vecino” y, esto, nos hace preguntar si hace 50 años se consideraba a las personas más felices que lo que ahora pudiéramos pensar que somos ya que, al parecer, grandes segmentos de la población, sugiero, se han acostumbrado a que el futuro, quién sea que gane una elección, vendrá acompañado de más malas noticias sobre el hacer de los políticos y los empresarios sin “llenadera”, sea en México o en otras partes del mundo. En algunas regiones del mundo quieren regresar a lo básico, a replantear un comienzo que aminore la carga pero en otras hay resistencia a detener un poco la marcha y re pensar su democracia. La información y los avances tecnológicos traen fuertes dosis de maldad emitida por aquellos que quieren aumentar su “renta” a costillas de la desesperación de pueblos incultos y sin educación.

Ya unos satanizan el uso indebido de las drogas, viven la codicia de los dueños del poder que pareciera no tener fin ni tope alguno, el tráfico de personas, el dinero virtual y las operaciones ilícitas realizadas con el mismo, la frivolidad del consumismo y se plantean diversos orígenes de la tiranía y el deseo de dominar para enfrentarse a un individuo que no está satisfecho con su sentimiento de felicidad, lo cual nos tiene sentados en la mesa de las desconfianzas mutuas y ser irreverentes a vivir con orden y respeto, total, el imperio de la ley puede sujetarse al que transitoriamente es el más fuerte en un país en donde la justicia y la impunidad son selectivas.

Viene a mi mente cuando mi padre me comentaba que no debía respetar a ese personaje que el pueblo adoraba por su poderío económico perdonándole no ser un padre responsable, dejando de lado que buscara jovencitas en las rancherías para satisfacer sus enfermos gustos y placeres y que no debía ir a sus fiestas a las que concurría la “sociedad” del pueblo y, sugiero, ahora, que eso no nada más sucedía en mi comunidad. Eso y muchas otras cosas más nos han alejado de construir instituciones que pudiéramos considerar integradas por personas decentes que tengan como estandarte el imperio de la ley y humanas en el sentido de conciliar la ley con la justicia. Me resisto a pensar que la banalidad puede avanzar más rápido y vivamos en un totalitarismo que concentrando el poder en una persona o un partido político se lleve nuestras esperanzas, por un largo periodo de tiempo, de tener una democracia liberal, para seguir atrapados en la pugna entre los que buscan un totalitarismo radical de izquierda o un autoritarismo de derecha ¡tiempos que no acaban entre derecha e izquierda! Tiempo éste en que lo que se consideraba de derecha o de izquierda ha perdido tanto su brújula que no hay puerto que acomode para un buen arribo y que los mexicanos de perdida tengamos una democracia, si no liberal, empecemos con una estable y eficaz, con el riesgo presente de que pueda desembocar en un poder militar que trastoque e inhiba nuestra libertad individual so pretexto de un, lo que para ellos quiera decir, objetivo nacional.

Si la militarización continúa y se llega a las elecciones perdiendo legitimidad podremos estar ante un militarismo “democrático” que se legitime argumentando que son el camino, la vía posible para restablecer la sana convivencia con la posible regeneración de un enfermo “tejido social”, aun cuando la historia ha comprobado de la ineficacia e ineficiencia de los militares en tanto la solución de problemas sociales, ambientales y económicos.

Así, espero que estas líneas no sean una mala broma en “el día de los santos inocentes” y quedemos advertidos de votar, el año entrante, por quienes nos lleven a mejores derroteros a pesar de que el problema educativo no presenta visos de una verdadera solución que nos haga avanzar hacia una democracia liberal.

¡Muchas gracias y sean felices!

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