Ganó la Democracia

Las pasadas elecciones nos dejaron muchas lecciones y enseñanzas a todos los mexicanos, por supuesto a los ciudadanos, a los candidatos, a los actores políticos económicos y sociales, a los observadores nacionales y extranjeros y, sin duda, a los integrantes de los partidos políticos.

Si algo caracterizó a estas elecciones del pasado 1 de julio fue la libre participación como expresión clara de que la democracia mexicana por fin comienza a consolidarse, a tener credibilidad entre los ciudadanos y a expresarse como la voluntad de una gran mayoría que se decidió por el cambio, por la vía institucional. Yo uno de entre los más de 28 millones.

Todas las miradas de analistas, estudiosos, empresarios, estudiantes, políticos y grupos sociales se han centrado en el alto porcentaje de votos con el que ganó Andrés Manuel López Obrador y la forma tan abrumadora en la que Morena obtuvo triunfos en todas las regiones del país, incluso, en entidades donde hasta hace un año tenía una presencia limitada o nula. Su liderazgo rebasó a partidos y agrupaciones.

Sin embargo, más allá de los resultados y de la importancia que tienen, lo más significativo de esta elección, en mi opinión, es que los ciudadanos mexicanos recuperan (si es que alguna vez la tuvieron) la confianza en que su voto cuenta, de que su voto puede transformar el país, y que está en ellos la decisión del rumbo que debe seguir México.

Quien verdaderamente ganó en las elecciones pasadas, independientemente de los triunfadores, fue nuestra democracia. No sólo ganaron candidatos, ganaron las instituciones electorales que salieron fortalecidas (a pesar de sus tropiezos), ganaron los gobernantes que se vieron obligados a actuar con madurez para reconocer el triunfo de sus contendientes, y sobre todo, ganamos los ciudadanos, que participamos masivamente con animosidad, con compromiso y logramos finalmente ser los protagonistas de los procesos electorales y de los proyectos de gobierno.

Creo que estas elecciones nos han permitido acortar las distancias entre sociedad y gobierno. Quizá nos encaminamos a hacer realidad el principio de la democracia que se funda en el gobierno del pueblo para el pueblo y lo que establece nuestro artículo 39 constitucional: “La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste…”

Hoy han quedado superadas esas visiones (equivocadas como ya lo señalé en algún artículo anterior) de “voto útil”, “voto razonado” o “voto antisistema”; los mexicanos emitimos un voto de esperanza y de confianza en un proyecto diferente, con el que esperamos comenzar a resolver los graves problemas que nos aquejan. Y nuestro voto fue válido igual que cualquier otro, pero caracterizado por la esperanza (útil, razonado y antisistema) porque fue un voto para construir futuro, para impulsar el México que las grandes mayorías deseamos, con abatimiento de la corrupción, impunidad e inseguridad y más justicia y bienestar social.

Pero ya quedaron atrás las contiendas electorales y es hora de sumar esfuerzos, de superar diferencias para alcanzar los acuerdos necesarios y hacer realidad el mandato de los ciudadanos y cumplir sus expectativas.

Es momento también para reflexionar sobre los cambios que requiere nuestro sistema electoral, particularmente nuestro sistema de partidos. No podemos seguir empeñados en mantener esquemas que la realidad ya superó y que la mayoría de la sociedad ya no tolera.

No se puede ni se debe continuar otorgando gran cantidad de recursos a los partidos políticos, millones de spots de radio y televisión, ni financiando grandes estructuras burocráticas partidistas sin sentido alguno replicadas en los tres órdenes de gobierno y hasta en los municipios más pobres a costillas de los impuestos que debieran de ser destinados a salud y educación, que sólo encarecen el voto, favorecen prácticas ilegales de compra de voto y aprovechamiento de las necesidades sociales y que, al final, resultan poco eficaces, como se demostró en esta elección, cuando los ciudadanos deciden salir a votar libremente y hacer valer su voto.

Ahí están los resultados, los partidos políticos con mayores recursos, con más amplias estructuras nacionales y mayores números de spots asignados, obtuvieron menos votos que partidos que contaban con menos prerrogativas. Debo reconocer el caso del candidato “independiente” a la Presidencia de la República, “el Bronco”, que sin partido, sin estructura y sin recursos oficiales, obtuvo más del 5 por ciento de la votación nacional, un porcentaje mayor al de muchos partidos constituidos legalmente (lo de las trampas de las firmas para su registro es otro tema).

Desde hace mucho tiempo he estado manifestando la necesidad de avanzar hacia un sistema electoral menos caro y más acorde con los tiempos de hoy; por eso presenté una iniciativa para poner un freno definitivo al incremento permanente de recursos públicos que se otorgan a los partidos políticos, para disminuir el número de spots a que tienen derecho, para disminuir los integrantes del Congreso, como los legisladores de lista nacional o de primera minoría que no representan a nadie; y para eliminar el gasto en las estructuras partidistas.

Insisto en que la única forma de reducir el dinero que se les da a los partidos políticos y de evitar que crezca en el futuro, es a través de una fórmula que parta de una base fija, con incrementos controlados hacia el futuro; quizá así, en un futuro no muy lejano, podamos eliminar totalmente, el otorgar recursos públicos a los partidos políticos.

Cualquier otra fórmula de cálculo para el otorgamiento de recursos a los partidos políticos, que parta de una base variable, como la lista nominal, el padrón electoral, la Unidad de Medida, o el voto obtenido, sólo generaría una tendencia perversa de crecimiento acelerado de estos recursos en el tiempo y significaría la desaparición de las fuerzas políticas minoritarias, tan importantes en las democracias modernas.

Considero que los partidos tradicionales, también deberán reflexionar, dejar atrás la soberbia, ver en qué están fallando y desde cuándo lo están haciendo, recuperar sus principios e ideologías y escuchar lo que los ciudadanos quieren. De hecho, no creo que nuestro sistema electoral y los partidos políticos puedan mantenerse como están o volver al pasado, es momento de mirar al futuro con lo que la realidad nos ha puesto enfrente.

Por ahora, sigamos celebrando el triunfo de nuestra democracia, el haber recuperado la credibilidad en el voto y que, a través de él, todo cambio es posible a favor de México. Los mexicanos hemos dado ejemplo de partición con respeto y civilidad. Confío en que mantendremos este camino.

¡Muchas gracias y sean felices!

cardenasfonseca@hotmail.com

www.manuelcardenasfonseca.mx

@m_cardenasf

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